Kinal, un centro educativo técnico y laboral en Guatemala

Kinal inició sus actividades en 1961 con un grupo de albañiles y carpinteros de un suburbio marginal de la ciudad de Guatemala. Actualmente, 1,500 jóvenes reciben en el centro educativo una formación técnica que les permite afrontar, con una mejor preparación, el reto de conseguir un trabajo para sacar adelante a su familia.

Juan estudia la carrera de soldadura en el Centro Educativo Kinal. Tiene 17 años, y vive con 3 hermanos menores que él en una habitación muy sencilla, alquilada, en la zona 7, una de las más pobres de la capital guatemalteca. La madre de Juan no sabe leer ni escribir, y se dedica a vender tortillas de maíz. Es la única que aporta ingresos económicos para el sostenimiento de su familia, pero esos ingresos apenas alcanzan para cubrir las necesidades de subsistencia.

Juan es uno de los mejores alumnos del Centro Educativo, y eligió esta carrera para lograr un trabajo a corto plazo y sacar adelante a su familia. Este año, al finalizar sus estudios, realizará prácticas en un taller y enseguida podrá quedar ubicado como trabajador estable. Para personas así, entre otras muchas, nació Kinal, en respuesta a una necesidad social que se hacía sentir en el país.

Una historia con futuro y objetivos claros

Kinal nació del afán cristiano de algunos fieles del Opus Dei y de otras personas, universitarios y jóvenes profesionales, que deseaban contribuir a la educación de muchachos que no habían tenido la oportunidad de estudiar. Se reunieron para organizar, como primer paso, actividades de formación humana y espiritual y eventos deportivos, y para llevar a cabo sus planes alquilaron una pequeña casa del lugar. Para resolver el vacío educativo de muchos obreros que frecuentaban el Centro, se organizaron cursos cortos de capacitación para carpinteros, jardineros, bodegueros y electricistas. Se atendieron a muchos trabajadores en actividades que tenían por finalidad la mejora del trabajo.

El objetivo de Kinal se encuentra en su significado: es un vocablo de origen maya que significa "lugar donde nace el fuego". En efecto, quiere ser un punto de ignición para que todos los que pasen por el Centro contribuyan a hacer una sociedad digna y justa. Por eso se persigue salir de la pobreza, mejorar el nivel de ingresos, pero además, como un punto básico, cuidar la formación cristiana de cada persona y su proyección social.

Kinal busca educar al trabajador joven y adulto para ayudarle a alcanzar un mejor nivel de vida, a través de una formación integral, que le haga descubrir el valor sobrenatural de su vida ordinaria y que le lleve a realizar bien su trabajo, en beneficio personal, de su familia y de la sociedad. "Las pláticas de formación humana —comenta Ricardo, bodeguero, de 27 años— me han servido para mejorar mi visión con respecto a lo que un hombre trabajador debe mantener en su vida, saber mejor mis compromisos delante de mi familia y de la empresa para quien trabajo, y para mejorar mis relaciones personales y sociales con mis semejantes. He descubierto el sentido vocacional del trabajo ordinario".

La sede

La sede de Kinal fue peregrinando durante 25 años por barrios populares de la ciudad de Guatemala. En 1970 un colaborador de Kinal facilitó una casa muy cerca del basurero municipal, y ahí estuvo Kinal hasta 1984. En 1986 se recibió en donación un terreno que reunía buenas condiciones, y con el objeto de encauzar la recaudación de dinero para la construcción de la nueva sede, se constituyó la Fundación Kinal.

En enero de 1988 el Centro se trasladó a sus nuevas instalaciones. La localización es óptima: un área marginal cercana a la intersección de las principales vías de comunicación de la ciudad. Viven en los alrededores más de 250,000 personas que en su mayoría son obreros, inmigrantes del campo, micro empresarios que trabajan por cuenta propia y muchos otros subempleados. Las instalaciones han sido diseñadas especialmente para la formación técnica: talleres de electricidad y electrónica industrial, aulas de dibujo técnico, mecánica automotriz, refrigeración y soldadura industrial, centro de cómputo, etc. Para facilitar la formación de los alumnos y sus familias y la proyección del Centro en los alrededores, Kinal dispone, además, de oratorio, talleres, cafetería y zonas deportivas.

Carreras y cursos técnicos para jóvenes y adultos

En las jornadas matutina y vespertina las instalaciones se aprovechan para formar a más de 1,500 jóvenes entre 15 y 20 años que aún no han aprendido un oficio. Estos estudios técnicos tienen reconocimiento oficial, y los alumnos, después de tres años de estudio, se gradúan como peritos técnicos. Si quieren, además, pueden obtener el diploma de bachillerato.

Uno de los alumnos de este programa es Marvin, que desde el año pasado, viaja todos los días desde San Juan Sacatepéquez, un municipio del Departamento de Guatemala. Tanto él como sus padres saben que el esfuerzo de una buena preparación técnica y académica es una inversión para un futuro competitivo.

Muchas empresas piden que los cursos de capacitación se den en sus propios locales, de modo que todo el personal llegue a trabajar con mayor eficiencia. El gerente de personal de una conocida empresa comenta: "El área de calderas era el lugar más sucio de la planta. Envié el operador de calderas al curso de Calderas de Vapor y, poco a poco, fue ordenando el lugar y programó las fechas para el suministro de combustible, de modo que ahora no hay derrames, el lugar está muy limpio y los gastos en combustibles se han reducido fuertemente".

Honorio es uno de los alumnos que han realizado un curso técnico en Kinal. Vive en Playa Grande, Quiché, una de las zonas más conflictivas a lo largo de las tres décadas de enfrentamiento armado que ha sufrido el país. Para participar a los cursos técnicos para adultos, salía de su casa los viernes en la noche y llegaba a las 4 de la mañana a una aldea de Cobán, donde tomaba el autobús que lo llevaba a Guatemala. Todo esto para participar el sábado a un curso que comienza a las 8 de la mañana. Al finalizar tomaba de nuevo el autobús que lo llevaba, al final de la tarde, de vuelta a Cobán. De este modo, durante tres años, llegaba a su casa el domingo de madrugada. Honorio, que ahora es maestro de obras y trabaja en una empresa constructora que lo ha contratado establemente, recuerda sus años en Kinal: "Todo lo que aprendí me ha servido. Lo utilizo en enseñar a parientes y amigos a hacer mejor sus casas. Lo que aprendí es para toda la vida".